ADICCIÓN AL PESIMISMO

Desde el comienzo de la COVID-19, se ha instalado en todos los ambientes y también, a nivel personal, un catastrofismo, unas veces con razón y la mayoría, sin explicación. Ni todo está tan mal y por supuesto, tampoco estamos viviendo un tiempo boyante, aunque verdaderamente superador, porque lo estamos demostrando todos los días. No pasa sólo en nuestras islas, es un fenómeno global, consecuencia, una vez, de la imposición de un pensamiento único, que tiene como objetivo, instalar en la medula de la sociedad, el miedo, para de esa manera controlarla mejor. Nunca olvidemos que el temor paraliza y eso precisamente es lo que quieren los globalistas, con el fin no disimulado de aplicar se agenda totalitaria, que incluye una obediencia fiel, incluso cuando se cercenan libertades fundamentales o individuales, incluso conquistas sociales, logradas en siglos pasados, a base de reivindicaciones y luchas formidables. Pio Baroja, escritor español de la generación del 98, lo expresaba en otra época diciendo que, “uno tiene la angustia, la desesperación de no saber que hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido”. Por lo que esa desesperanza, ya es una costumbre integrada en nuestro país, aplicándose psicológicamente, en un derrotismo como forma de conciencia social.

No vale aquello de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, donde es la añoranza la que impera, prefiriendo costumbres u otras circunstancias generales, como preferibles a las presentes. Tampoco, es conveniente la evasión que significa dejar todo a la espera de un futuro mejor, eso sencillamente se llama procrastinar. Lo que nos toca es existir en el presente, con todas las incertidumbres que conlleva, esperanzas o preocupaciones, asumiéndolas con esfuerzo y responsabilidad. Es la mejor forma de afrontar la actualidad, por cierto, la que da más tranquilidad, perseverancia y confianza.  Mi admirado poeta, además de periodista y diplomático nicaragüense Rubén Darío, tiene una frase, que siempre aspiro a ponerla en práctica y que recomiendo: “no dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre hacia la altura.”

Cuando todo va mal, se exagera de tal manera, que parece que vivimos los prolegómenos del fin del mundo, por supuesto, no sé cuándo sucederá, pero lo que si tengo claro es que no será cuando pronostican los políticos o ecologistas, por causas aparejadas a catástrofes climáticas o medioambientales, sólo me baso, por la experiencia que tenemos todos, de que suelen ser muy falibles y poco creíbles. Se olvidan de que la humanidad tiene, históricamente, una capacidad de adaptación a las condiciones más adversas para seguir existiendo, a pesar de los acontecimientos mas sufridos o dolorosos.

Estamos ya en época prelectoral, es decir, todo se enfoca particular, partidista y egoístamente.  Se ha puesto de moda negar la realidad, es decir, cuando hay datos económicos buenos, como sucede ahora, se niegan, para mantener ese perverso pesimismo, que lo ennegrece todo. Entonces aparece la inevitable conjunción adversativa “pero”, que produce una contraposición entre dos proposiciones. Lo explico, ya no digo de los políticos, porque es su forma típica de actuar en el frentismo de moda, sino en representantes económicos, que dan cifras buenísimas de la evolución de la economía o del sector correspondiente e inmediatamente después, ponen el “pero”, hablando de incertidumbre, futuro incierto y demás zarandajas al uso, para desvalorizar lo que verdaderamente sucede. Se hace continuamente y no debería suceder. Nosotros, desde el sector de la construcción enviamos un mensaje autentico, afirmativo, tenemos los mejores datos de empleo de los últimos cinco años y seguimos creciendo mes a mes, si oponer nada, ni matizar algo, es lo que hay y bastante que nos alegramos, por lo que significa de crecimiento económico, desarrollo social, bienestar social, calidad de vida mejor y riqueza comunitaria. Seamos sinceros, para ser creíbles.

Oscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

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