IGUAL PARA PEOR

Estamos en pleno año preelectoral, se nota por el comportamiento nervioso e inquieto de los políticos, así como, por las desavenencias dentro de las distintas organizaciones, ya que todos quieren estar en puestos de salida o mejor dicho de llegada, porque, al fin y al cabo, para la mayoría, es encontrar un sueldo de que vivir durante los próximos cuatro años. Los sueldólogos, que son aquellas personas que fuera de la actividad pública no tienen ni oficio ni beneficio, se han convertido en la inmensa mayoría de nuestra clase política, por lo que estos tiempos son para ellos frenéticos. Es un sin vivir. Como consecuencia, la mediocridad se ha impuesto al servicio público, porque se anteponen intereses personales a los comunitarios.

Empieza lo que se denomina el baile o traspaso de partido, según convenga, porque quedarse fuera de los primeros puestos en la parrilla de salida en las listas electorales, puede significar pasar mucho frio, siendo un ciudadano normal y corriente, dejando de cotizar a la Seguridad Social, después de haber pasado por la comodidad y el bienestar de un despacho con moqueta, aire acondicionado, coche oficial, actos protocolarios, viajes y comidas gratis en restaurantes de lujo. Humanamente se comprende la dureza de la profesionalización de la política, se les hace muy penosa.  Empiezan a conocerse peleas, enfrentamientos o discordias, que hasta el momento se habían mantenido en la más absoluta discreción, los que antes eran íntimos amigos, pasan a ser enemigos acérrimos, desempolvando asuntos desagradables, con el fin de hacerse el mayor daño posible, para desprestigiar al contrincante y quitarlo de en medio, para tener una ubicación asegurada.

Mientras sucede todo este espectáculo, porque ellos mismos ya se encargan de ir haciéndolo público, además, cada vez más escandaloso al acercarse las elecciones, no se toman decisiones, todo se aparca y se repite la conocida frase de “vamos a esperar a la próxima legislatura, porque ahora ya no es conveniente mover nada”. Pero la vida sigue, hay que comer, mantener la familia, hacer frente a las más diversas situaciones personales o sociales que, en algunos casos, más de los que se creen o deseados, son dramáticos y que exigen necesariamente, impulsar trabajo, empleo y dinamización económica.

Del aire no se vive, pero del erario, bastantes tienen asegurado la subsistencia, por cierto, muy bien remunerada. Siempre llegamos al principio de los males o al final del desastre, según la perspectiva que se tenga. Nos referimos a esa Administración Pública, endogámica, corporativista, privilegiada, que no funciona adecuadamente, ni sirve a las necesidades actuales del sistema productivo canario, siendo incomprensiblemente lenta, en un mundo digitalizado, donde todo se hace, conoce y produce al instante. No hay manera que las licencias de obra mayor salgan en tiempo y forma, según la normativa vigente, incumpliendo constantemente los plazos autoimpuestos. Desde luego, ejemplar en todos sus niveles territoriales, no es la Función Pública canaria, todo lo contrario, un dechado de incompetencia, insolvencia e ineficacia. Cada vez estamos peor, los expedientes se amontonan, no salen adelante, inconvenientes por todos lados y en todos los aspectos, nadie se hace responsable de nada, incluso hasta ya es difícil, por no decir imposible, contactar con el departamento o servicio correspondiente.

Hay millones de euros de inversiones parados literalmente, encima de las mesas de los funcionarios. Un sinsentido al que nadie hace frente.  Con más diligencia, no estaríamos hablando de ninguna crisis, sino de crecimiento económico, que lleva implícito la mejora que demanda la ciudadanía. Los empresarios queremos producir con normalidad, bregar como sólo lo sabe hacer la iniciativa privada, engrandecer nuestra tierra y crear riqueza social, pero lo impide la burocracia que, al fin y al cabo, vive en otro mundo etéreo e improductivo.

 

Oscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

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