POBRE TENERIFE

Voy a escribir sobre Tenerife, antes que nada, aviso a navegantes, estómagos agradecidos o puristas, para avisarles que todo lo que se exprese en este artículo, tiene la única finalidad de potenciar, defender y engrandecer a nuestra isla. Si enseguida les entra urticaria a los felones o miembros de la quinta columna, conformada tanto por políticos, como periodistas, funcionarios, ecologistas o empresarios de aquí, por cierto, aunque, ellos no lo crean o sepan, conocidos con nombres y apellidos, que se tomen el correspondiente antihistamínico, porque ya es costumbre que, cuando se levanta la voz por lo nuestro, sin miedo ni complejos, enseguida se revuelven encrespados y aprovechan para tildarme de insularista. Por cierto, denominación que no me disgusta ni avergüenza en absoluto, al contrario, la defiendo como una realidad que se quiere enmascarar dentro de lo políticamente correcto, ignorando, adrede, que somos un Archipiélago en el Atlántico medio, donde el hecho insular es nuestra característica esencial y definitoria como territorio.  Luchar, denodadamente, por nuestra ínsula, es un privilegio, que hay que mantener constantemente y no como hacen algunos políticos, ya lo estamos viendo, que sólo se acuerdan de ella, hasta cínicamente emocionados, unos meses antes de las elecciones que toquen.

Por motivos profesionales he estado varios días en la Península, asistiendo a una Feria de la Construcción en Madrid y aprovechando el tiempo, para mantener abundantes reuniones con empresarios, representantes de fondos e inversores de distintas localizaciones, interesados en implantarse en Tenerife. Absolutamente todos, en distintas ocasiones y mostrándolo de formas diversas, señalaban su presto interés en venir a la isla, pero a la vez, mantenían una posición de desconfianza y desasosiego, por la mala fama que tiene en el exterior, como consecuencia de los dislates permanentes, referidos a  la tardanza en la concesión de las licencias de obras, por parte de  los distintos ayuntamientos, la inseguridad jurídica reinante, la incapacidad gestora de una burocracia entorpecedora, que un día dice si a un proyecto, al siguiente tiene dudas y pasadas unas semanas se posiciona en contra. Además de sumar el espectáculo esperpéntico y acostumbrado de los activistas noistas, que dan un colorido festivo y carnavalero, pero eminentemente tóxico y contaminante para nuestra economía.

Ante esta situación, dramáticamente real, que sufrimos desde hace décadas, lo que se produce es incertidumbre, sabiendo que es precisamente lo primero que espanta a los inversores. Hay verdaderos agitadores, unos solapados, que perfectamente podríamos denominar ladinos, como aquellos que traman sus posicionamientos negacionistas, de manera taimada, astuta o solapada. Por cierto, a estos hay que recordarles, que nuestra tierra es tan chiquita, que para lo bueno o para lo malo, aquí nos conocemos todos. En cambio, otros son chillones, alborotadores, puro espectáculo público, que parecen o son verdaderos profesionales de la agitación, porque si dedican todo su tiempo libre y laboral a tales fines o cobran de algún lado o de alguien o en todo caso puede ser también, que subsistan de la solidaridad internacionalista globalista.

Tenerife, consciente y con un plan metódicamente llevado a cabo desde hace años, en vez de ser un polo de atracción económica, para que vengan inversiones productivas, que beneficien a la sociedad entera, lo han convertido, unos pocos, de forma interesada, ideológica, económica y política, en un territorio pestífero y pobre, que ahuyenta lo bueno y mantiene internamente lo nocivo. Mientras tanto, las inversiones se van y teledirigen, en dirección a las islas orientales, ¡qué casualidad!

 

Oscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

 

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