A LLORAR PAL MONTE

En los últimos años, se ha puesto de moda el concepto de “persona tóxica”, hay muchas definiciones, las podríamos resumir en ser pesimistas, con la  capacidad de trasladarlo a los demás; especialistas en crear conflictos, donde no debe haber alguno;    envenenar el ambiente que les rodea;  emponzoñar cualquier actividad o iniciativa a emprender; versados en hacer perder el tiempo a los demás;  incapaces de trasladar  la más mínima empatía; además de ser muy egocéntricos, sin parar de hablar de sí mismos; de sus méritos académicos o profesionales; sin posibilidad de admitir otra opinión que no sea la suya. ¡Bastaría más!

Lo malo, es que, en la mayoría de los casos, su vanagloria les ciega de tal manera, que emiten juicios técnicos alejados de la realidad o por lo menos discutibles, que sólo están presentes en sus cabezas, cerradas a cal y canto a cualquier otra posibilidad de acción teórica o práctica, propuesta por alguien diferente. Los augurios que presentan son negros u oscuros, parece que se viene encima el fin del mundo, epidemias, crisis económicas, choques sociales, guerras, conflictos de todo tipo.

Nuestro admirado poeta nicaragüense Rubén Darío, definió esta actitud de manera brillante, “aborreced las bocas que predicen desgracias eternas.” Es verdad, que muchas de estas situaciones son verídicas, pero no sólo ahora, sino que han pasado a lo largo de la historia, pero en estos momentos suena como a música celestial, proclamar el derrotismo, la alarma, el pánico, el terror, que envuelven tácticas bien encajadas por el globalismo reinante, instaurando el descontrol,  violencia, desarmonía, indisciplina, ausencia de autoridad, para crear su tan deseado Nuevo Orden Mundial, donde lo que quieren los que mueven los hilos, esos magnates universales, desde posicionamientos que ellos mismos denominan “progresistas” y “altruistas”, que dicen avanzados, convertirse  en  los pastores, con careta de benefactores, de un rebaño silencioso, oprimido, temeroso.

Por parte de estos videntes o pitonisas de desgracias y malos augurios, los vaticinios para el presente año son espantosos mayoritariamente, que no quiere decir que sean acertados, por ser numéricamente más abundantes, porque, a la hora de analizar detenidamente sus propuestas de futuro, no hay coincidencias científicas, por mucho que uno relea, vea u oiga  repetidamente sus argumentaciones, sólo se aprecian opiniones personales, con tufillo docto o erudito, expuestas desde sus puntos de vistas ideológicos o de la rama investigadora a la que pertenecen. Les une, como pegamento, que son concordantes en trasmitir negatividad, incertidumbre, pareciendo que disfrutan anunciando infortunios, para crear miedo, alarma social o económica, que es lo que está permitiendo a nivel global, que los gobiernos, da lo mismo que sean conservadores o progresistas, por cierto,  una nomenclatura fallida , anticuada e irreal en estos momentos históricos, donde sólo prevalece el globalismo y el pensamiento único, tomen cada vez, con más frecuencia de la deseada y peligrosamente, medidas antidemocráticas, para, según dicen, salvaguardar al planeta o al país respectivo. La humanidad ha sabido adaptarse a todas las contrariedades, atolladeros y conflictos por la que ha tenido que pasar, incluso, es bueno recordarlo, por los distintos cambios climáticos acaecidos. Nunca mejor dicho, es tiempo de aclimatarse a lo que tenemos que vivir y afrontar, como ha sido siempre.

El tejido empresarial va a seguir bregando sin parar, para obtener, porque es posible, además con seguridad, un desarrollo sostenible, eficientemente energético, respetuoso con el territorio, acompañado de un crecimiento económico sensato y consecuente con la defensa del medio ambiente, para desmentir a estos cuentacuentos de despacho, que no conocen la calle, porque sólo respiran el aire acondicionado de sus confortables despachos, eso sí, con grandes cristaleras, para ver lo que pasa fuera, pero sin salir, para evitar contaminarse.

 

Oscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

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