UNA SOCIEDAD ENFERMA
El absentismo laboral es un asunto delicado por su propia naturaleza, por lo que no cabe, de ninguna manera, tratarlo con trivialidad ni demagogia alguna. Sería imprudente e irresponsable, precisamente porque requiere todo lo contrario, a saber, considerarlo con la máxima seriedad y consideración posible. Pero a su vez, hay que tratarlo, ya que afecta tanto a las empresas como a los trabajadores, con sus evidentes repercusiones económicas y sociales significativas y sus derivaciones, más secuelas redundantes, en el conjunto no sólo del sistema productivo, sino de la completa sociedad.
Se puede definir concisa y de forma generalizada el absentismo laboral, como la ausencia del trabajador cuando está prevista su asistencia a su respectivo puesto de trabajo durante la jornada laboral, ya sea de manera justificada o injustificada. Es un fenómeno que se ha intensificado, recurrentemente, en los últimos años, convirtiéndose en uno de los principales problemas que estamos padeciendo en el mercado laboral. La gestión del absentismo es una cuestión compleja, que afecta a todo tipo de organizaciones públicas o privadas y por supuesto a las personas. Además, supone un coste significativo para las empresas, la sociedad y la Administración Pública. Está fuera de duda que sus consecuencias son un factor de inestabilidad, competitividad y de eficiencia, que condicionan la sostenibilidad y el crecimiento de las empresas, también del país, incidiendo negativamente en los recursos de la Seguridad Social.
Es urgente, porque no puede darse ninguna dilación en abordar el impacto que está teniendo, por lo que hay que buscar herramientas propositivas que generen datos interdisciplinares y en todos los ámbitos afectados, para proponer medidas correctoras, que permitan mitigar los efectos tremendamente adversos que propician las ausencias laborales en las empresas. Hay que establecer mesas de trabajo para crear estrategias en torno a temas específicos, como el bienestar organizacional, la prevención de salud y riesgos laborales o la gestión de la incapacidad temporal. Poniendo el foco en la diferenciación entre ausencias justificadas e injustificadas, en su cuantificación en los distintos ciclos económicos, la duración de las bajas y su prevalencia por sector u oficios y perfil de trabajador.
No exageramos si planteamos que se ha convertido en uno de los desafíos más serios para el tejido empresarial, afectando sobremanera la productividad y en muchos casos, poniendo al límite de su propia subsistencia a las pymes y microempresas, que no pueden asumir la alta incidencia del absentismo que están padeciendo, cual pandemia generalizada.
Según un análisis conceptual estricto, las principales causas de su aparición, diagnóstico y permanencia en el tiempo la podríamos dividir en tres causas claramente diferenciadas, la primera, es la pérdida de la salud, bajas por enfermedad, accidente o problemas leves; la segunda, serían las condiciones laborales inadecuadas, mal ambiente de trabajo, conflictividad laboral o estrés y la tercera, aspectos familiares o sociales con su problemática incluida. Tienen un impacto directamente en la organización de las empresas, añadido al alto coste que conlleva, tanto a la iniciativa privada como a las entidades públicas.
La huella económica es indudable, los costes directos del absentismo se reflejan en salarios, cotizaciones sociales y gastos por sustitución, mientras que los costes indirectos afectan a la productividad y la calidad de los servicios.
Hay que identificar los patrones del absentismo y crear soluciones concretas que permitan disminuir las tasas de ausencias. Aquí si es verdaderamente imprescindible poner en práctica, operativamente, la colaboración público-privada, para descubrir la realidad de esta verídica epidemia, que aumenta sin cesar, con pautas de comportamiento sospechosamente similares y parece que contagiosas en la mayoría de los centros de trabajo, en todos los sectores económicos.
Oscar Izquierdo