HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ
HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ
Estamos poniendo en evidencia, una vez más, la espantosa experiencia diaria de aguantar una burocracia que, resignadamente sobrellevamos encima como una carga cada vez más pesada, asfixiante, engorrosa, con el fin de intentar que los que se hacen los sordos lleguen a escuchar, los ciegos o mejor dicho, los miradores a los que no les importa lo que sucede delante de sus ojos vean y se centren en lo fundamental, así como llegar a lograr que los políticos trabajen eficientemente, pero no hay manera, son verdaderamente obtusos, no saben o son peligrosamente cómplices. Hay que poner de manifiesto que entre los responsables públicos los hay habilidosos, son pocos, pero ejemplares, quizás se notan mucho por su escasez. El resto se resignan, por cierto, palabra de perdedores, a llorar como mimosos, diciéndonos sin rubor, que tenemos razón al denunciar esta situación insoportable, animándonos a que no cejemos, mientras ellos, siendo lo más escandaloso, nos lagrimean que sufren también la desdichada Administración Pública, pero que no pueden hacer nada, sintiéndose impotentes para cambiar lo que no funciona y crea perjuicios personales, empresariales o sociales.
Lo primero que habría que reclamarles entonces es que se vayan, sea cual sea su ideología o partido político y que se dediquen a la profesión o empleo anterior que tuvieran antes de entrometerse en lo que no saben y si es el caso, abrumadoramente mayoritario por estos lares, que sólo tienen la política para vivir, los famosos sueldólogos, pues que aprendan con cursos acelerados, online o clases particulares, porque a la gobernanza se va o entra aprendido y no sólo a cobrar a fin de mes, más dietas, viajes, coches oficiales, procesiones donde se sacan cientos de fotos risueñas y comidas copiosas o caras. Si se apuntan, como decíamos en la escuela, a ejercer un servicio público en beneficio de los demás y no como sucede actualmente, a saber, en provecho propio, hay que estar preparados personal, profesional, académicamente y con ganas de resolver problemas para no dejarlos empantanados.
Un nuevo proyecto constructivo tiene muchos gastos, con presupuestos verdaderamente importantes o cuantiosos. Es el riesgo que va implícito en la propia esencia del ser empresario. La tardanza en la resolución de las licencias de obra mayor, son costos añadidos que se van asumiendo con el tiempo, que pasa lentamente porque la burocracia vive en otra dimensión donde no existe el reloj, añadiendo incertidumbre personal, con afectaciones psicosomáticas en muchos casos llevadas al límite e incluso, desgraciadamente, sobrepasado. También repercute en su entorno familiar y por supuesto en sus finanzas.
Los políticos locales suelen quejarse de que no pueden asumir los plazos establecidos por la normativa o legislación vigente de concesión de una licencia de obra mayor en tres meses, porque no cuentan con el personal suficiente dedicado exclusivamente a esta labor, ya que son puestos donde se da la casuística de una rotación mayúscula entre empleados públicos, que van y vienen de un ayuntamiento a otro como si fuera una carrera de Formula 1, a lo que hay que sumar, en más casos de los precisos, la escasa formación jurídica que llevan en su mochila personal. Por otro lado, están los informes sectoriales, que hay que solicitar a otras administraciones, que tienen la misma problemática y no suelen ser duchas en contestar en tiempo o forma y si además apuntamos la excesiva regulación, falta de coordinación interdepartamental, todo se entiende.
Concretando, cuando solicitamos información la respuesta es siempre la misma: “buenos días, el expediente de referencia está pendiente de informar por los servicios técnicos municipales” y así hasta el infinito.
Oscar Izquierdo